El 1° de mayo de 1886, en numerosas ciudades norteamericanas se llevó adelante una masiva huelga que juntó a más de 350.000 de trabajadores fabriles bajo la consigna “8 hs de trabajo, 8 hs de descanso y 8 hs para la recreación”. Es importante tener en cuenta que durante el siglo XIX al calor de la revolución industrial y mientras se consolidaba un sistema económico capitalista, las jornadas laborales alcanzaban las 16 horas diarias para varones, mujeres y niños, de lunes a lunes y en condiciones insalubres. Además, la población femenina e infantil cobraban la mitad del sueldo que recibían sus compañeros varones.
Entonces, en este contexto conflictivo en la ciudad de Chicago la huelga alcanzó a reunir a 40.000 trabajadores que realizaron manifestaciones y paros de transporte por toda la ciudad, que fueron reprimidos por la policía durante varios días, y tuvo como saldo numerosos heridos y muertos. Finalizado el conflicto, detuvieron y condenaron a ocho trabajadores, cinco de ellos a muerte, dos a cadena perpetua y uno a 15 años de prisión.
Es por ello que en 1899 durante un congreso de la Segunda Internacional (asociación de partidos socialistas, laboristas y anarquistas de todo el mundo), se estableció el 1 de Mayo como Día del Trabajador para conmemorar a los Mártires de Chicago. Y en Argentina fue el presidente Hipólito Yrigoyen quien el 28 de abril de 1930 instituyó formalmente la fecha como "Fiesta del Trabajo en todo el territorio de la Nación".