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Museo Histórico Sarmiento

Carta de Domingo a su hermana María del Rosario

Carta a María del Rosario

Si bien Paula Albarracín y José Clemente Sarmiento tuvieron quince hijos, solo cinco de ellos alcanzaron la vida adulta. Sarmiento fue bautizado con el nombre Faustino Valentín y fue el único varón entre cuatro mujeres: Paula, Bienvenida, Rosario y Procesa.

Las Sarmiento se formaron en las más diversas artes: idiomas, pintura, teatro, bordado y telar. Menos Paula, la mayor, todas se dedicaron a la educación: fundaron colegios, escuelas de arte, fueron profesoras,  directoras y ejercieron cargos de gestión.

Producto de una extensa investigación, el equipo del Museo Histórico Sarmiento compiló en “Epistolario de Domingo Faustino Sarmiento. Cartas familiares” muchas de las cartas que se encuentran en el archivo patrimonial del museo.

María del Rosario tuvo una relación muy cercana con su hermano y se encargó de cuidar de él mientras se desempeñó como presidente. Participó activamente en la Sociedad de Beneficencia Pública y se dedicó con pasión al teatro.

Santiago, marzo 4 de 1884

Señora Rosario Sarmiento

Mi buena Rosario:

Aunque no he recibido carta de casa por el correo, haciéndome cargo de las ocupaciones de todos, te escribo para que no te preocupen los rumores de los diarios de que estoy (porque estuve) un poco enfermo. Es una manera de decir, cuando un alto personaje guarda la cama. Tú no estás en los secretos de la alta diplomacia, que tienen sus enfermedades especiales, llamadas vulgarmente “indigestiones”. Provienen de las meditaciones a que se entregan para mejor servir a su país, y es cosa sabida que de los setenta a los ochenta años, pocos diplomáticos que se respeten escapan a sus ataques.

Yo llevo dos ya, una en Valparaíso y otro en Santiago, con oportuna asistencia de muy acreditados médicos. Cuando me vaya a Águila, prevén ya los facultativos que sobrevenga un tercer ataque, porque el campo, los amigos, ¡fatal condición del diplomático! ¡Producen el mismo resultado que el trabajo! “Animal Anfibio le decía a una dama, parienta lindísima de la Arana de Buenos Aires (infórmate en el barrio) que no vivir en la tierra, y se ahoga en el agua.

Te acompaño una fotografía para que veas los estragos que hace la enfermedad, y la ecuanimidad angelical con que la soporto, lo que me será tenido en cuenta a la hora de la indigestión final. Le envío otro de otra forma a Procesa, para que le quite viéndolo, al retrato que ella estaba haciendo, las durezas que tiene la última fotografía mía en Buenos Aires. Un observador curioso notaba que éste de Buenos Aires mostraba aún en la fotografía la crispación de nervios del que está pugnando en medio de contrariedades, mientras que el de Chile muestra un espíritu tranquilo, satisfecho de su situación y complaciente. Quiero pues que el retrato de Procesa de Sarmiento sea en Chile, pues ya iré a Buenos Aires o a San Juan a “achicar la bomba’, como he necesitado siempre para vivir, porque si no trabajo, me dejarán morir. Ha muerto Klappenbach tú sabes y me deja cuatro hijos, una mujer y una suegra. Que Dios sea loado, mientras don Julio me quitó todo empleo, y me cerró todo camino porque no adoré el becerro de oro. ¡Chile me venga!

¡Pero no haya cuidado! Vuelvo a aplicar la energía de mi acción a salvar del naufragio a tantas familias como Dios me ha dado, y cuento en pocos años (salvo indigestiones que no son casos de fuerza mayor imprevistos), reparar el tiempo perdido (¡sesenta años!).

Me están fastidiando en este momento con el busto (abominable) que toman de mi figura. Felizmente traje uno de Buenos Aires que es perfecto y servirá de correctivo. Hoy llegan los ministros, y cuando ésta vaya al correo habré sido presentado al de Instrucción Pública.

¿Cómo te he de hablar Rosario de “protocolos, convenciones”, que las tomarías por cataplasmas, gárgaras que me hago y pongo todos los días con la fe de tu hermano?

Domingo

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